Ser tímido no tiene nada de malo, por mucho que la vida parezca estar hecha para los extrovertidos. Sin embargo, es inevitable que nos afecte.
Escribo esta entrada para animarte si te planteas formar parte de una sesión pero te da vergüenza o piensas que no vales para eso.
Muchas personas me advierten de su timidez cuando comenzamos a plantear una sesión de fotos, como esperando que les bufe o les ponga los ojos en blanco. Por supuesto, eso nunca ocurre.
La timidez es un arma distinta para captar la esencia de una persona. La perfila a su manera y, para mí, nunca ha sido un problema para trabajar.
Todos cargamos con una mochila de complejos y tropiezos que miramos con mucha intensidad. Parte del trabajo de un fotógrafo es conseguir que la persona que tiene en frente se sienta cómoda. Acomodarse al cliente es algo tan necesario en este entorno laboral como en cualquier otro.
Para mí, trabajar con personas a las que les cuesta ponerse delante de la cámara no supone nada más que aprender a conocerlas un poco mejor. Nunca he tenido el problema, de verdad, jamás, de no poder sacar buenas fotografías porque mi cliente fuera tímido o le costase posar.

Creo que hay que ponerse a disposición de las personas, que a una persona le cueste un poco realizar algunos movimientos no quiere decir que no valga para posar sino que el fotógrafo tiene que buscar otra manera. Y siempre la hay.
A veces, el cliente no se siente cómodo porque la sesión no está yendo como debe. Más allá del estilo del fotógrafo, que siempre estará ahí, hay que tener en cuenta lo que resuena con el cliente. Hay mujeres a las que les horroriza la idea de hacerse fotografía de embarazo en estudio, otras que prefieren un enfoque macarra y algunas que se imaginan flotando sobre una nube de algodón sujetándose la barriguita con un fondo rosa. Todo, todo, todo vale.
Hay parejas que prefieren una sesión cinematográfica y otras a las que... me he llevado de vinos para hacer fotos naturales.
Tengo amigas modelos y otras que según saco la cámara se tapan la cara.
Hay hombres que me contratan para regalarle la sesión a su pareja y otros que llegan bufando al estudio, rojos y con una nubecilla negra sobre sus cabezas.
La cuestión es alinearse con la persona que tienes delante. Quitarse la etiqueta fotógrafo-modelo, darte cuenta de que hablas con personas y hacerlo con amor.
La sociedad no está pensada para los tímidos, la vida sí.
¡Y mis fotos también!
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