Parece chiste pero es anécdota. A veces, trabajar con un cliente que posa puede ser un problema.

Las redes han socializado la fotografía y convertido nuestra vida en un escaparate. Un discurso un poco manido, puede ser, pero en esta entrada quiero hablar de otro filo de este fenómeno. Mostramos al mundo (internet) lo que queremos de la forma que queremos.
Por lo general, hacemos una criba inmediata y publicamos las partes dulces y atractivas de lo que somos y en fotografía esto incluye un limitadísimo rango de expresiones faciales, posturas y poses. Este es el motivo principal por el que no dejo a mis clientes ver las fotografías durante las sesiones, para que no entren en pánico, se obsesionen con la arruga de la frente, el pliegue de la ropa que no les gusta, cómo han achicado el ojo al sonreír en esta toma, etc.
Me ha ocurrido en el pasado tener al otro lado de la cámara una persona con pánico a cambiar de cara y esto, ¿por qué es un problema?
La verdad es que no tiene por qué serlo. Hay tipos de fotografía que se benefician de una persona con un rostro neutro o estudiado, pero cuando hablamos de una sesión para clientes no profesionales el estatismo resta naturalidad.

Cada fotógrafo, cada sesión y cada cliente es un mundo. Podemos beneficiarnos de una persona que se conoce a sí misma a la hora de retratarla pero, en mi experiencia, sobre todo nos limita. Las personas somos multifacéticas, orgánicas, divertidas, tristes, tontorronas y brutas cada una a nuestra manera única.
El fotógrafo ya tiene un sesgo, su visión, su sensibilidad, su sentido estético. Se elige a los profesionales por estas características; porque nos gustan sus fotografías que son personales y distintas de las de otros fotógrafos.

Ya María, pero a mí me gusta cómo salgo. Bueno, claro, ese es otro melón. Tú has contratado al profesional, tú pagas, tú decides. Por supuesto que sí, puedes decidir quedarte en ese lugar cómodo y seguro. Te conoces, sabes cómo funciona tu cabeza y lo que quieres sacar de la sesión, estás en tu legítimo derecho.
No puedo sino recomendarte, desde mi jamás humilde ni solicitada opinión, que intentes confiar y dejes salir a la luz tu belleza natural y auténtica. Te aseguro que la tienes, todos la tenemos.
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